domingo, 22 de diciembre de 2013

solsticio de invierno 2013

un solsticio diferente

Aquí a orillas de esta parte del Océano, el invierno no es invierno. Apenas está atardeciendo y el sol acaba de desaparecer en el horizonte, tiñendo de nubes rosadas y blancas el cielo.
El aire, la suave brisa, acaricia la piel y apenas se mecen las puntas de los cocoteros.
Lo único que me ha hecho pensar en cambio de estación ha sido la tormenta de esta noche. Caía agua como solamente en estas zonas puede. Mucha, densa y continuada. La tierra rezumaba olores y las plantas, aún en la noche, parecían beber a tragos lo que caía.
Permanecí un buen rato en la terraza escuchando el agua caer. Era tanto mi gozo que se me pasó el sueño de la noche profunda.
Cuando regreso a la cama todavía en mis oídos escucho el zumbido de la lluvia alegre. Y en un siguiente   despertar, toda la naturaleza amanece radiante y espléndida.
Hay un frescor que disfruto sin camisa. Un frescor presente que no quiero que se acabe.
Si. Es solsticio de invierno.
 Pero sin invierno.

lunes, 9 de diciembre de 2013

Casi invierno

Ya ha llegado el invierno. O casi. Las noches frías y los hielos en las fuentes. Los árboles se desnudan de hojas para ganarle fuerza a las bajas temperaturas y preservarse para la primavera.
Casi todo lo que percibimos es simbolizado por nuestra mente moderna, de una u otra manera.
A todo le sacamos conclusiones, casi siempre arrimando la realidad a nuestra propia existencia. Por ello, las estaciones tienen tanto impacto en nuestros sentidos. Nos recuerdan la circularidad de la vida.
El solsticio que se acerca, la noche más larga y el dia más breve y los recuerdos de una humanidad sepultada bajo las nieves y los hielos en otros tiempos, ya remotos para nosotros.
Las Saturnales romanas. La Navidad cristiana...
Tiempo de soltar. Seguramente de perdonar, a los demás y a sí mismo.
Un momento para recordar tal vez a los que ya no están y que partieron antes de que lo hagamos nosotros.
Un tiempo para disfrutar, en estas latitudes, del frío, del recogimiento y de la solidaridad.


viernes, 8 de noviembre de 2013

Avanza el otoño




El otoño avanza y el invierno se acerca. Ya hay árboles casi desnudos de hojas.
Otros, las colorean de fascinantes y caprichosos colores antes de soltarlas, mientras recogen su savia en el interior.


Inevitablemente, la estación de la caida, como dicen los ingleses, me trae también interiorización. Posiblemente además de la estación en sí, está todo la historia personal que condiciona y dibuja mi percepción.

La melancolía suele asociarse a situaciones pasadas y perdidas. Tal vez el otoño las pone más evidentes. 
No puedo ni quiero evitar las imágenes de las personas que se fueron, que cayeron como hojas de los árboles antes de entrar en el invierno. Son ahora un recuerdo, un recuerdo satisfecho satisfecho de volverlos a la vida desde mi memoria y hago un esfuerzo voluntario y contento de recuperarlos en este presente.

Hoy pensaba en mi amigo que se fue, en Alfonso. Necesitaba escuchar su voz, compartirle mi día. Al traerlo al ahora, produje una especie de cortacircuito en mi consciencia. No estaba y sin embargo estaba. Podía escuchar su voz a través de mi mente, que fantaseaba con el diálogo.

Y regresé al parque, a sus hojas caidas, a recordar la primavera tan bella de este año, llena de flores y de lluvia.
Y al verano, a los emocionantes viajes que he realizado y al calor casi sofocante de algunos dias en la ciudad.

Y de nuevo, la velita parpadeó y regresé a mi hogar y amé el otoño, con sus susurros levemente tristes y el frío que se acerca.
Pensé en mi vida, ya avanzada, otoñal y en el soltar de las cosas que ya no existen.
Y aqui me detuve y decidi compartiros estas líneas.

Recordé que estoy a veces solo, pero raramente aislado del mundo.

Y suspiré. Con alivio.

lunes, 7 de octubre de 2013

Nuevamente otoño amigo

     El aire se ha vuelto fresco en la sombra. Y el sol todavía calienta, recordando el verano ya ido.

   La luz es de contrastes brillantes y el aire aparece transparente tras las llucias pasadas.

   El camino se llena de hojas secas. Los primeros en soltarlas son los castaños de Indias y los plátanos, que forman una alfombra marrón a mis pies. Crujen con el paso de mis sandalias, y me recuerdan cuando, de niño, me alegraba pisar los montones de hojas secas en el viejo parque de Zaragoza.

   El cielo, azul intenso como en estas tierras de la meseta, contrasta con el verde refulgente de los prados, que huelen a hierba recien cortada.

   El sonido de mis pasos se quiebra con el alegre y chistoso bullicio de los pericos verdes,
inmigrantes sin fronteras de tierras más calurosas.

   Y las urracas saltan con sus elegantes trajes blanco y negro azulado.

   El paso de las estaciones tiene algo de seguro, de pacífico. La certeza de que a una estación le sucede otra y así es y ha sido y probablemente será en lo que me que de de terrena existencia.

   Mientras, mi mente recoge pensamientos y entre ellos el de la amistad. La existencia de personas que me  aceptan y a las que acepto, más allá de los defectos que puedan tener para una conciencia perfeccionista.

  La amistad se confunde con el paisaje y el aire fresco se refrota en mi rostro de esta bella mañana de principios de octubre.

    Y me acuerdo del libro de Epicuro que ando terminando y de su máxima, seguramente pensada en su Jardin, Escuela ateniense perdida en la historia:

  "De los bienes que la sabiduría ofrece para la felicidad de la vida entera, el mayor con mucho es la adquisicion de la amistad.
  El mismo conocimiento que nos ha hecho tener confianza en que no existe nada terrible eterno ni muy duradero, nos hace ver que la seguridad en los mismo términos limitados de la vida consigue su perfección sobre todo en la amistad""

  Ya Aristoteles lo había señalado. Y Epicuro, aunque no es un seguidor del Estagirita, reconoce la verdad y la importancia de la amistad. Este sentimiento que nos permite reconocernos como humanos.

  Un sentimiento que, más allá de la seguridad neurótica de la que hablaba Freud, nos hace sentir reconocidos por encima de los lazos de sangre.

  Mi amigo petirrojo se acerca y me canta, como antaño en mi retiro de la Sierra. Es redondito y amoroso. Su pecho es rojizo y su vuelo en derredor.

¡Amigos!




miércoles, 18 de septiembre de 2013

Cuatro libros



Cuatro libros


Este verano ha habido más tiempo para leer. Tiempo de estar sin tanta acción, de recogida del curso, de ordenamiento de la experiencia. De tranquilidad.

Como casi siempre, he compaginado diversos tipos de lecturas.

Sin embargo, hacía tiempo que no leía novela, un género que había casi descartado desde hace mucho tiempo. Con la notabilísima excepción de “El Quijote”, que releí el pasado año y que me llenó de una novedosa sensación de risa y plenitud, la novela me plantea una serie de “diversiones” que no se corresponden con esta etapa de vida.

Un regalo me hizo cambiar de opinión y en agosto me sumergí en



 “El Mago”, de John Fowles.

Este escritor inglés, que pasó antes por la enseñanza y vivió en Grecia, hace una narración que me agarró (c’est prenant, dicen los franceses) y me sumergió en el texto.

Es, principalmente, una historia de amor, protagonizada por un joven y escéptico profesor, que atraviesa una fase de cansancio vital  y pasa una aventura de locura. La pasión por una mujer y la búsqueda de un sentido personal se funden espléndidamente en el ámbito de una isla griega, en los años cincuenta del pasado siglo.

Una hábil mezcla de omnipotencia y de sentido práctico caracterizado por dos personajes, en un libro a veces casi policíaco, trufado de reflexiones vitales y existenciales.

Un viaje existencial del que destaco y os comparto una experiencia dizque hipnótica, que habrá a quien le recuerde un viaje a otra dimensión, tal vez provocado o inducido por alguna sustancia. A mi, en lo personal, me hizo pensar en una experiencia que he narrado en algún lugar de este blog .

Entresaco algunas líneas:

“Recuerdo aun con  toda claridad….. una nueva forma de percepción en la que la estrella era una bola de luz blanca que creaba y al mismo tiempo necesitaba el vacío circundante… y la sensación de que yo también era eso mismo”…
 “ A partir de ahí noté que el viento era luz… una sensación exquisitamente placentera consistente en la conciencia de la luz y en saber que yo la atraía. El poder de atraer y de recibir esa luz….
Yo era consciente de mi existencia y esta consciencia acabó siendo  más significativa que el viento….que me llevaron a un estado sin dimensiones ni sensaciones”.
“Yo era un receptor… en todas las direcciones… supe que las palabras eran como cadenas que me retenían…No era un sentimiento de divinidad…. Ni panteísta ni humanista, sino algo más amplio, más frío y más abstruso.”
“…Que la realidad es acción eterna, que no hay mal ni bien, que no hay belleza ni fealdad,  que no hay simpatía ni antipatía. Sólo interacción.
La eterna soledad del uno… parecía lo mismo que la total interacción de todo…
De repente, supe con un modo de saber que hasta entonce no había experimentado, que todo lo demás existe…. No había en mí volición. Ni sentido. Solo ser.”
“… Un tremendo y vertiginoso sentimiento de infinitud… el devenir y el ser eran lo mismo.
Luego la oscuridad… no recuerdo nada.
Después luz”.

Esta es la experiencia que Fowles hace vivir a su personaje. Como podéis observar se trata de una experiencia trascendente que, como tal, cambiará la forma de percibir la vida interior y exterior del personaje.

Extrañamente para mi, el autor prosigue el resto de su libro más por una peripecia novelesca 
y hasta cierto punto descontrolada, que por un camino consecuente con la formidable descripción que hace del contacto entre el ser y el Ser.
Pero no importa. Si tenéis ocasión y apetencia de leerla, es un libro que tiene tonos verdaderamente fascinantes.










El Cambio Cuántico (Ervin Laszlo)

Este es un libro intelectualmente más demandante. Este autor de origen húngaro hace un llamamiento a la toma de conciencia de los desafíos planetarios a los que se enfrenta la humanidad.

Para ello, nos ofrece una visión realista y no por ello menos demoledora de cómo nuestra especie está a punto de sucumbir y de hacer fracasar a gran parte de la vida planetaria.

Plantea una serie de vías o caminos que toda persona con conciencia debe de tomar en cuenta a la hora de elegir su forma de vida y su manera de elegir planteamientos sociales, educativos, políticos, culturales y de vida.

En una interesantísima segunda parte, nos ofrece
un mapa de cómo los nuevos descubrimientos de la física alteran y modifican la capacidad de percibir de nuestro organismo, adscrita habitualmente al cerebro. Este órgano fabuloso, que puede ser tanto un medio para alcanzar la plenitud como un receptor de nuevos conceptos como “el espacio no local”.

En una última parte, ciertamente valiente, el autor se atreve a mostrar unos experimentos que pretenden probar que lo que percibimos no es lo único que existe, en abierto contraste con la ciencia formal (ista).

Fundador del Club de Budapest para una Nueva Evolución, este librito de Laszlo es recomendable a adultos y jóvenes de nuestra era.

“Los cuantos y las cosas compuestas de cuantos (organismos y mentes incluidas) están intrínsecamente y, al parecer, conectados de manera no local”
“…El comportamiento autoselectivo puede considerarse moral en la medida en que contribuye a la coherencia del sujeto y a la coherencia del mundo que rodea al sujeto”.



Cerebro y Trascendencia (Ramón María Nogués)

Su autor es un profesor y escolapio catalán, animado por una importante deseo de citas de personas de ciencia. Ninguna de estas cualidades hace al libro menos interesante.
Traducido estupendamente del catalán, es un texto relativamente fácil de leer.
Me gustaron particularmente sus descripciones de los distintos tipos de inteligencia. Habitualmente centrados en la razón y en la mente matemática, hoy en día es aceptado y congruente pensar que existen inteligencias de diverso tipo. Puede que una inteligencia más adecuada sea la que es capaz de fundir varias de ellas (motriz, práctica, musical, creativa,,,).
El autor está especialmente interesado por el cerebro como fuente de trascendencia. Esta, ha de atender a dos frentes importantes : la razón y la emoción. Y en esta singularísima fusión se produce en estado particularmente trascendente.
…”Muchos seres humanos requieren algo que implica, por lo menos, alguna claridad sobre el significado de la propia vida… “

En cita de Damasio:



Y, nada dado a parecer un profuso partidario de Oriente frente a Occidente, afirma:

… “Toda la realidad parece que sea una inmensa trama de corpúsculos y de ondas en una enigmática relación de indeterminación”,

puesto que:

“… Las consideraciones equilibradas y proporcionadas del yo y de sus valores forman parte de las convicciones filosóficas de Occidente,,,”

Y la última parte de su libro, dedicada a la necesidad que tiene la mente y la consciencia de Dios, la dedica el autor a hablarnos de que ese “Dios”, lejos de ser algo personal, ha de ser 
representado de una manera diferente ya que:

“…Dios no es reducible a ninguna expresión religiosa…”

Nogués se permite libertades más allá de sus adscripciones religiosas. Sin negar sus convicciones (entre ellas las políticas), consigue un libro interesante para todos los que estamos interesados en unir ciencia y espiritualidad.



Trece cuentos japoneses: EL MAGO  (Ryunosuke Akutagawa)

Este escritor japonés, que vivió en el primer cuarto del siglo XX, tuvo una vida difícil. Hombre de arduas convicciones, se quitó la vida abrazado a un ejemplar de la Biblia.

Sus cuentos son de una extrema belleza.

En ocasiones tenía la impresión
de estar mirando miniaturas japonesas, o de estar leyendo esas misteriosas frases que nos sacuden interiormente desde un lugar fuera de lo racional.

Son trece cuentos diversos. Algunos llenos de poesía. Otros son más tristes y dramáticos. Sin embargo, todos me dejaron una impresión deliciosa, pues es un excelente narrador.

Uno de ellos termina así:

…”el mundo está lleno de imciles que no saben distinguir la identidad ajena”.

O,

…”Extendió los brazos y los agitó con fuerza, al tiempo que lazaba al viento media docena de mandarinas que resplandecieron en el aire con la calidez de un sol primaveral, como si quisieran levantar el ánimo, antes de caer una tras otra sobre la cabeza de los niños, que no cesaban de expresar su alborozo…”.


Un librito delicioso, para trufar lecturas más densas que precisan de una mayor atención intelectual.
SI leeis alguno de ellos, me encantará compartir con vosotros la experiencia.


sábado, 17 de agosto de 2013

Despedida en Ifre


Despedida

Hoy, casi cuatro semanas día por día de su muerte, hemos enterrado a Alfonso.
Ha sido un acto bello, sencillo y emotivo. Quienes estábamos representamos a todos los que le quisimos.
Ahora, regresando de Ifre, y mientras escucho la Pasión según San Mateo de Johan Sebastian, escribo está despedida.
El momento está para mi relacionado con un breve escrito de Albert Einstein, que me emocionó y que he leído en la ceremonia.
Os comparto el texto, acompañado por los comentarios que me motivan y que motivaron leerlo.

………………


 
“Se ha despedido de este extraño mundo poco antes que yo”…

"despedido”:

alejado de mis sentidos, que no de mis recuerdos., ya que permanece con mi-go mientras exista el recuerdo.  Y, sin embargo, ya su voz está impregnada de pasado, su presencia es memoria, su sonrisa ligera, su sensibilidad a la vida y a los demás es conciencia lejana y aprendizaje enraizado.

 “extraño mundo":

ya que, por mucho que lo analizo, o tal vez cuanto más lo analizo, más extraño, más difícil de creer me resulta, más brumosa su relación con mi-go . Ya solamente  pareciera que deja de ser extraño, raro, indefinible, cuando mi mente suelta el tratar de entender nada… Y entonces no es ni extraño ni no extraño.

 “poco antes que yo” :

puesto ¿Qué son unos años que me separan de mi propia desaparición comparados con el tiempo infinito, con la edad del planeta o del Universo, o de la Vida…?

“No tiene ninguna importancia”.

¿Cómo habría de tener importancia, puesto que la muerte es aneja a la vida, forma parte de ella, puesto que nada muere sin haber estado vivo previamente? La importancia está ahora para mi en el vacío que me deja, en la ausencia de sus oídos preparados para escucharme, en el afecto que me permitía ofrecerle… El valor ahora está en seguir viviendo sin él, continuar hasta que yo mismo deje el mundo “real” …

La gente como nosotros, los que creemos en la física”…

Sí. Como nosotros, porque había algo esencial que nos identificaba, que nos hacía fraternos, caminantes hacia la meta. Muy en especial desde que llegó su carta, hace tantos años, pidiéndome amistad y ofreciendo la suya, que le di con toda mi fuerza, con todo mi amor, de donde deriva la amistad. Y, si para Albert eso es física, para mi, para nosotros me atrevo a decir, eso es energía vital, amor, compañía esencial en la incógnita de la vida.
Nuestra amistad forma parte de nuestra ciencia de vida, como para Albert la física era parte de la Realidad…
Nosotros, querido Alfonso, creíamos y creemos en la física.

… “sabemos que la distinción entre pasado, presente y futuro no es más que una ilusión”

Lo sabemos, porque ambos fuimos perdiendo a muchas personas importantes. En cierto modo, somos huérfanos en el tránsito de la vida y nos hemos acompañado en las pérdidas y en el dolor. Y también en la alegría.
 Ambos hemos combinado pasado, presente y futuro en un presente en movimiento. Nada pasado me es ajeno. Ningún impulso hacia el futuro tampoco. Y tu has sabido mantenerte en un presente continuo, por difícil y doloroso que fuera, apoyado en la fuerza de tu carácter. Y en el poderoso, intenso e infrecuente vínculo con tu marido, así como en  la amistad de quienes has ido cosechando a lo largo de tu vida fecunda.
Sí: una ilusión, tal vez demostrada  por la física de Albert, pero también por quienes tratamos de mantenernos en el presente, por quienes nos inclinamos más por Eros que por Tanatos, aún sabiendo que este último acaba siempre ganando el juego, pero no el espacio-tiempo en que aquí estamos.
Una ilusión provocada por nuestros mismos sentidos, por la misma estructura de nuestro cerebro, por las dificultades de la evolución.
Un ilusión que nos provoca constantes desilusiones, conflictos, penas, cuitas.
Pero que forma parte de nuestra misma existencia, puesto que estamos “hechos” de tiempo y de espacio.
Y tan solo contamos con nuestra conciencia para tratar de poner algo de luz en el caos de la ilusión, de las sombras. Con nuestra consciencia y con nuestra entrega a la vida mientras ésta es posible… supremos jueces de la misma, constantes observadores, maestros de la tragedia y de la comedia de la ilusión.
También una ilusión entendida como una capacidad para sonreír a  la vida, con todas sus dificultades y con todo el amor de que cada uno es capaz.
Ilusionados que no ilusos. Ese fue siempre un tema de nuestra conversación, mi querido.

Ilusión, por pertinaz que sea”.

Sí. Porque ¡Mira que es pertinaz! Constante, densa. Que nos hace comulgar con ruedas de molino. Seguir los deseos como si fueran realidades, alejar la idea de nuestra fugacidad. De nuestra pequeñez. De lo rápido que transcurre la vida, sobre todo contemplada desde la edad ya madura.
Este carácter pertinaz de la ilusión me obliga a mantener a diario un intento. Un esfuerzo por dejar de seguir lo ilusorio.




Y ¡Ay! Qué escaso es el momento en que lo consigo.

 *********


Mi querido Poncho.

El lugar elegido para depositar tus cenizas es de una gran belleza. A mi me recuerda muchos lugares de tu México, de nuestro México, de tu Puebla natal. De lugares que tantas veces compartimos los años aquellos. Mar y  montaña. Desierto y vegetación. Paisaje agreste y feraz en contacto con el agua. Lleno de pasado, de presente y de futuro.
Te acompaña en tu lugar de reposo la fuerza de la vida, que representa el árbol, el tenaz algarrobo. Y el sagrado "Jícuri”, que floreció la víspera para ti, en homenaje primaveral al final de la vida. Y el Cempasúchil: la flor que nos recuerda que los que se van permanecen con nosotros.
También dos hermosas rosas rojas, que señalan ese idilio y la pasión amorosa en que vivisteis, esa relación hermosa y compartida, por todos admirada.
Y el escarabajo. El escarabajo que vi esconderse bajo las flores rojas, símbolo de que la vida no muere sino que se transforma.
El olor del copal, esencia del alma y que parece llevarnos a otro mundo.
Y la Catrina. La Catrina que tu mismo decoraste, imagen implacable de quien nos viene a buscar para llevarnos. Esa que, como tan bellamente dijo Mariano, te estuvo recordando años y años que llegaría el momento de partir. Sin que por ello dejaras de bailar con ella por seguir en la vida. Esa que, finalmente, ganó la partida y te llevó,  concediéndote un final dulce y amoroso en compañía de tu amor.
Esa misma Catrina que ahora, con la vista al Oeste, queda para recordatorio de todos los que hemos estado presentes en esta sencilla, amorosa y definitiva despedida de ti.

Te acompaña mi recuerdo, nuestro recuerdo representado por nuestra presencia en este acto en tu honor.

Lux eterna

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M José leyó este hermoso poema cherokee, que me permito transcribir:



"No te pares al lado de mi tumba y solloces.
No estoy ahí, no duermo.


Soy un millar de vientos que soplan
y sostienen las alas de los pájaros.

Soy el destello del diamante sobre la nieve.
Soy el reflejo de la luz sobre el grano maduro,
soy la semilla y la lluvia benévola de otoño.


Cuando despiertas en la quietud de la mañana,
soy la mariposa que viene a tu ventana.


Soy la suave brisa repentina que juega con tu pelo.
Soy las estrellas que brillan en la noche.


No te pares al lado de mi tumba y solloces.
No estoy ahí, no he muerto."



 Y querida Geo me comparte una música de Simon&Garfunkel, con una hermosa escenografía, que gustaba a nuestro querido Alfonso:

domingo, 11 de agosto de 2013

Ser y no Ser





Puede ser, sí, puede ser... que la frase del verano esté siendo "nada es permanente, todo está en constante transformación".

La para mi an triste desaparición de A., la partida de H., la rapidez fabulosa con que los días se suceden, las semanas pasan, los meses cambian, caen las hojas de los años... Los bosques se queman y algunos se regeneran...

Sí, nada permanece. Nada vivo es constante. Tal vez haya "amours heureux", pero no les quita su impermanencia, su constante devenir.

Algunos amores pasan a ser indiferencias; otros se convierten en animosidad, hasta en odio. Puede que viceversa.

Cuesta creer que un día fui cercano de lo que hoy me siento tan distante.

Algo,  tal vez, tiene  más  consistencia y eso puede estar, ¿ser incluso? cuando y en el espacio en que dejo de aferrar alguna realidad. El mar, que tengo ahora enfrente, ese vasto azul, ese horizonte inmenso,  está simplemente ahí. El vacío de mi voluntad de ver y de diferenciarme hacen que el mar y mi "yo" nos acerquemos.

Otra cosa bien diferente es que eso tenga que ver, como algunos pretenden, con una continuidad de mi ser, con un intento de colmar el anhelo de eternidad.

Para mi, ahora, en este instante de paz en que cielo y mar se funden en el azul, lo único permanente es la paz, el silencio, la tranquilidad que me produce estar bien... finalmente, no anhelar nada más que lo que hay.

Aquí, en esta isla emergida del océano, bronca, rocosa, verde en sus cumbres y seca en sus bordes, mi ser se instala en el azul del mar y se confunde con el del cielo.

Lux eterna.

miércoles, 24 de julio de 2013

Alfonso "silencioso"



La muerte de Alfonso, mi querido Poncho, el pasado domingo, me ha dejado casi sin habla. Los pensamientos surgen confusos. Mi mente trata de encajar, una vez más, el hecho de la muerte en el panorama de la vida.
Quien ayer me hablaba, con quien conversaba, a quien escuchaba, es hoy nada. Nada relativa, puesto que sigue viviendo en el recuerdo de los que estamos, de los que todavía permanecemos.
Me siento como uno de esos árboles de mi parque, que ha perdido una rama, o que se ha secado, o que ha dejado de dar frutos. El arbol sigue vivo, pero ya no es lo que fue. Agarrado a sus raices, intenta continuar el camino de la vida, hasta que un dia sus propias raices caduquen, se sequen y se convierta también en un montoncito de cenizas.
Te recuerdo en todos los momentos de nuestra larga trayectoria en común. Y mi único consuelo es saber que te fuiste así, durmiendo, en brazos de la persona amada, en tu propia casa.
Digno fin de tal vida.
Un día me decías, mientras platicábamos acerca de la muerte y el morir, que para ti lo más dificil no era eso, morir,  sino atravesar el dolor de la enfermedad y de la vejez.
Han sido largos años en que con increible coraje has podido mantener una trayectoria de vida, de relacion, de amistades, de trabajo. Largo tiempo en que, umbral tras umbral, has mantenido la cara frente a una vida llena de dificultades de salud.
Por eso, mi consuelo es que te has ido como pienso que te merecías, sencillamente, sin ruido, haciendo gala de tu apodo "silencioso".
Para mi,  estas palabras que te dedico ahora son un escaso desbordamiento del inmenso amor que te tenía y que sé que era recíproco. Eras el verdadero artista de escuchar en silencio, sin más, sin ningún juicio. Tus ojos lo decían todo. Y tu acompañamiento en momentos de enorme pesadumbre para mi eran tan sencillos como eficaces, tan callados como amorosos.
Echo de menos nuestras conversaciones en el parque, mientras yo paseaba. A veces, simplemente, me repetías lo que te decía, con el gusto y la satisafacción de saberme contento.  Otras, escuchabas las aventuras y desventuras de este Goldmund loco, con la tranquilidad de quien se satisface con el placer y la experiencia del otro.
Esa era tu vida, en buena parte, en los últimos tiempos.
Y no porque en otros tu propia vida no hubiera sido un torbellino.
Cuelgo aqui una de tus últimas fotos de mi cámara. Tus ojos y tu sonrisa lo dicen todo.
Hoy,  mientras escucho a Verdi, en su sublime Requiem, pienso que, si hubiera que pasar a otro plano con consciencia, elegiría esa música y esa sonrisa para atravesarlo.

Lux eterna.

http://www.youtube.com/watch?v=3sUJmGtZDRM (gracias Ana)

jueves, 4 de julio de 2013

Requiem de Verdi



Requiem



«Requiem æternam dona eis, Domine, et lux perpetua luceat eis» 
(«Concédeles el descanso eterno, Señor, y que brille para ellos la luz perpetua»).




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   Ayer fui a ver y a escuchar el Requiem de Verdi. Creo que, desde la primera vez que lo oí, fue una de las composiciones musicales que más me ha impresionado.
Verdi no era un hombre creyente en el catolicismo, según he podido leer en su biografía, ni particularmente religioso. Ya en su vejez compuso esta obra en honor de su amigo el escritor Manzoni, fallecido.
  A ambos les unía el amor a la patria italiana y fueron fervorosos agitadores contra la ocupación austriaca.

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 El Teatro Real estaba abarrotado de amantes de Verdi. No me extraña. Su romanticismo es fervoroso y exaltado y a mi su música se me lleva “cual piuma al vento”.
  Ayer estuve comedido. A pesar de lo cual mis ojo se humedecieron cuando el coro y la orquesta se unen en un exaltado himno, en el que pareciera que el alma es arrebatada al cielo.
  Y no hice nada por impedirlo ¡Es tan delicioso dejarse llevar en la conciencia de que es eso lo que se quiere!
  Sin embargo, no por ello los pensamientos e imágenes desaparecían. Amablemente los dejaba pasar, mientras mi mente se sentía unida al conjunto. El director, enjuto y agitado, se retorcía hacia todos los lados animando a cada uno de los sectores de su orquesta y coro.
  Los solistas, solemnes, dieron un recital maravilloso, en que el tono cristalino de las dos sopranos contrastaban con las voces recias y graves de los tenores.
Me imaginaba en mi fantasía a Manzoni dejándose llevar en un principio por la tristeza de dejar este mundo, esta vida, llena de color, de dulzura y de sufrimiento. Su lucha entre pelear por quedarse en el  mundo y la de dejarse llevar por la muerte, que trata de apagarle los sentidos.
  El dialogo entre coro e instrumentos, entre altos y bajos, entre los instrumentos entre sí, aunque incomprensible para mi, me permitía, sin dejar de escuchar ni de ver, mantener esta imagen de batalla.
  Dolor y aceptación. Lucha y entrega. Esperanza y vacuidad…Mi protagonista era Manzoni, aún en la evidencia de mi proyección.
  Sentía una gran admiración por Verdi, ese hombre sensible, generoso, altruista y lleno de gloria.
  Una hora y media sin más interrupciones que las inevitables toses de los que aprovechan la pausa para aliviar su ansiedad. Una hora y media de torbellino, de pasión, de entrega total.
  Para terminar en ese suavísimo, delicado y sereno final. Un final con el que el maestro parece que nos hubiera querido transmitir que lo que termina es inevitable y que es mejor aceptarlo así.
  El dolor de la separación, de la muerte, tras un inefable momento de vida.

  No quise quedarme a todas las merecidas ovaciones. Necesitaba salir y pasear tranquilamente , dejando que mi alma se aquietara. Que las emociones se pausaran.
  Y a pesar de eso la noche fue agitada.

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  Es lo que tienen las emociones desbocadas. Luego cuesta que los caballos descansen en su cuadra.






viernes, 21 de junio de 2013

Histria, cuento infantil


Histria, la solitaria



Sumergida en la profundidad del océano. Agarrada a la roca por medio de sus potentes ventosas, se dejaba mecer algo por las corrientes que surcaban su humilde casa.
Hacía ya tiempo que aquél pedazo de mar fue elegido para acallar los constantes gritos que surgían de su intimidad.
Aquí, lejos de casi todo, nada parecía turbar su aparente calma.
Aparente, porque, dentro, la ebullición era casi constante. Una y otra vez las preguntas quedaban sin respuesta. O peor todavía, la respuesta parecía confirmar sus peores sospechas: nadie vendría a buscarla.

A veces, se personaba un pulpo de ojos brillantes, amarillos, glaucos. La miraba. Pero ella evitaba sus ojos, convencida de que no  buscaba sino devorarla.
Así que cerraba su concha y permanecía un buen rato en silencio, aletargada. Hasta que se decidía a abrir de nuevo la rendija que le permitía el contacto con el mar.
En otras ocasiones, era una estrella de mar, grande y rugosa, de brillante pelaje, la que aparecía y la contemplaba con sus ojillos inmersos en su piel. Pero ella apenas le prestaba atención. No le daba mucha consideración a aquél individuo de especie tan lejana a ella misma.
También solía pasar por allí un mero, de boca grande y aletas poderosas, que la miraba con sus ojos saltones y conspicuos. Si bien no merecía mejor suerte de atención, pues semejante animalote no entraba entre sus posibles amistades.
Y qué decir de la langosta nadadora que surcaba rápida la entrada de su casa. Le producía un terror inusitado ante la posibilidad de que sus tenazas abrieran la sólida puerta de su concha.
La vida transcurría rápida, entre noches frías y días aislados, viendo pasar seres inauditos, pero lejanos, y que, o no le prestaban la atención debida, o le producían miedo o rechazo.
.................
Sin embargo, un día, en que el sol penetraba potente y sedoso por entre las aguas, se apareció un hombre. Nadador hábil, llegó hasta la roca en la que se encontraba Histria, firmemente pegada a ella.
Se vieron.
Ella supo que ese era el ser que había esperado toda la vida, desde que se retiró a las profundidades, lejos de todos.
El pescador, pues eso era, separó con facilidad a Histria de su roca. No hubo resistencia, o casi nada.
¡Por fin había sido vista y considerada como se merecía!
 Satisfecha, sintió el morral en la que fue depositada como la morada más perfecta que nunca hubiese imaginado.
Al llegar a la barca, el pescador sacó su cuchillo, tomo a Histria entre sus manos rudas y la abrió con facilidad. Extrajo la perla que había dentro y arrojó de nuevo a la mar a la ostra, pues no le gustaba la carne de esos animales.
La tiró así. Sin más. Sin importancia.
........................

HIstria, creyó morir. Su sueño hecho trizas. En segundos. Y sin resistencia.
Cayó al fondo, sobre un acantilado.
Sentía el vacío de la perla. Pero sobre todo ¡sobre todo! El vacío de un sueño hecho añicos.
Al rato, miró a su alrededor. Otras ostras la miraban. La saludaron y … en ese momento comprendió.
Casi pierde la vida por no darse cuenta de que formaba parte de una tribu a la que el pescador, por casualidad, la había devuelto.
La tan temida normalidad estaba teñida de buenas esperanzas.
.............................

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

sábado, 15 de junio de 2013

Estío 2013






El Estío



Hoy, aunque la terraza ya horneaba,  me he animado a dar un paseo por el parque. Eran a penas las 11 y el sol quemaba, en este anticipo de verano.
He buscado las sombras abundantes. Los árboles, con las lluvias, han echado más hojas y es bastante fácil caminar entre el frescor.
A  pesar de ser sábado, había poca compañía. 
Los paseantes de perros prefieren las tardes y se lo agradezco. Así tengo más silencio, a penas interrumpido por los graznidos de las cotorras verdes, inmigrantes coloridos en esta parte de la península. Los mirlos negros, más atrevidos, caminan a paso rápido y a veces parecen responder a mi saludo con ese silbido tan penetrante y primaveral.
Las urracas, con su vestido blanco y negro azulado, corretean entre los caminos de hierba verde y fresca. Y es ocasional ver a un carpintero piqueteando en los troncos. Son más tímidos, con su plumaje verdoso y amarillo y su cresta rojiza.
Suelen ser estos los compañeros de mi paseo, aunque a veces aparezca algún petirrojo y los inevitables gorriones.





Pero hoy cambié un poco el rumbo y me fui del otro lado del estanque. Cubierto de un espesa capa verde, que parece más un prado sobre el agua. Al acercarme, docenas de ranitas verdes, que estaban en la orilla, chapucearon de inmediato asomando apenas su cabecilla. Se hizo el silencio hasta que recomenzaron a croar alegremente.
Allí las dejé en su alborozo y sus risas se perdieron entre mis pisadas.







Seguí mi camino entre la parte mas húmeda y con sombra, cercana al riachuelo. Las fresillas silvestres se asomaban entre las hojas. En esta zona son más bonitas que sabrosas. Sin embargo, me recordaron las que recogíamos en julio en el Pirineo, cuando paseaba con mis padres por la montaña. Aquellas tenían un perfume intenso y nos llenaba de alegría descubrirlas y recogerlas. A estas, a las del parque, las dejé en su sitio, tras tomarles una fotografía que os acompaño.





Cada vez que paseo siento la gratitud de estar entre el verde acogedor de las plantas. 
Y con el aire, aspiro la gratitud de poder disfrutarlo.