jueves, 4 de mayo de 2017

Vanidad


mataiotes mataiotetos kai panta mataiotes
Vanidad de vanidades, todo es vanidad
 (Eclesiastés)

   Algo vano se dice, coloquialmente,  de algo que tiene apariencia externa y no interna.
   No es que la apariencia no sea real, pero lo es solamente en contacto con lo otro. En castellano, se dice “es algo muy aparente”, queriendo decir que la primera visión es lucida, causa impresión a los sentidos.
   Decir de algo que es vano tiene también el sentido de que es inútil.    De que es fútil. De que se deshace en realidad cuando alguien o algo intenta encontrarle mayor sentido o profundidad.
   Para nuestros sentidos y en relación con el mundo, puede decirse que todo es vanidad. Todo se deshace, en la medida que está en reunión con espacio/tiempo. De ahí, la antigua dialéctica de los filósofos: nada permanece, todo cambia. O bien: nunca nos bañamos en el mismo rio.
   Es una afirmación que conlleva a ambos: al rio desde luego, puesto que sus aguas son cambiantes. Pero también al bañista, puesto que cada instante podríamos decir que ha cambiado algo de sí.
   Nada parece resistir, por lo tanto, al cambio y todo es apariencia en este sentido. Y así dice el refrán latino, tomado del griego :"vanidad de vanidades, todo no es sino vanidad".

   Junto a esta realidad de la vanidad, validada por la experiencia de los sentidos y también por lo que viene llamándose "ciencia", está otro aspecto de la vanidad, ligado a la afirmación de que existe, más allá de la apariencia, una esencia que permanece.
   En este sentido, los humanos usamos la palabra vanidad para referirnos a quienes construyen apariencias para impresionar. Algunos lo hacen en la consciencia de que es engañoso y temporal: saben que es una construcción para conmover los sentidos del otro. Lo hacen muchos animales machos para apasionar temporalmente a la hembra y conseguir sus favores. Terminado ese periodo, vuelven a la normalidad, a lo que son la mayor parte del tiempo.    Forma parte del juego de la realidad.

   Pero entre los humanos, hay quienes  llegan a creerse hasta el extremo sus apariencias y se identifican con ellas.  Puede llegar incluso el caso de que se olvidan de su ser real y cotidiano y pasan a ser la vanidad. No solamente a serlo un rato, sino permanentemente. Podría decirse que ya no saben/pueden retornar a su estado ordinario. A veces, sirve la expresión de “es un creído”, en el sentido de que se ha engreído, se ha disfrazado de algo que verdaderamente no es.

   Así pues la vanidad puede ser sinónimo de falsedad. De algo que ha perdido su verdadera esencia. Sería como si una lechuga se enmascarara de coliflor y acabara creyéndose una coliflor.

   En la esencia de algunas prácticas espirituales está el descifrar el tipo de falsedad en que vivimos. Propiamente dicho, no nacimos con ella, sino que fue un ajuste o adaptación a un medio que nos obligó a disfrazarnos. De nuevo las expresiones como “va de duro”, ”por quien se toma”,  o “se hace el niño” o bien “no se da cuenta de cómo actúa”, todas las que podamos pensar en este sentido, son adaptaciones a un medio que nos obliga a “construir” una fachada, una apariencia.
   Ocurre que esta fachada o vanidad nos ayuda, y otras nos complica la vida pues es rígida en general y poco adaptativa.

   El trabajo de investigación personal nos permite con frecuencia salir de esta trampa, que nosotros mismo hemos construido de cara a los demás, para estar en el mundo. Con esfuerzo, guía y /o buena suerte podemos llegar a recuperar al menos buena parte de lo que no es apariencia dentro de nosotros.
   Por experiencia digo que no es una tarea fácil, pues salirse del camino ya conocido nunca lo es.
   Puede ser que, en ese momento, veamos la luz en otro sendero.
   Si atinamos a cambiar, dejaremos la vanidad para momentos puntuales y continuaremos la vida por otro lugar más acorde con lo que somos.

   Aunque seamos sólo un tiempo y en un espacio, antes de retornar a la gran Nada o Todo.


   Ese tiempo y ese espacio que nos toca vivir lo haremos desde nuestro verdadero ser.