sábado, 17 de junio de 2017

Calor, pérdida, entrega

                            Calor, pérdida, entrega

   Por un momento Mahmud mira a través del cristal. Las flores aparentan adormecidas en el intenso calor de la tarde. Algunas han cerrados sus pétalos.

   Otras cabecean y parecen querer evitar los rayos directos del sol. 


   Así también él pestañea y se recoge sobre sí mismo, mientras los pensamientos se agolpan y quieren salir en tromba, sin ningún vínculo entre sí.

   La infusión roja de flores de rosa  de Abisinia está encima de la mesa y le invita a tomarla. Viejos recuerdos de Oriente y del calor de La Victoriosa, la arena del desierto, los caballos que jadean mientras le llevan en volandas de vuelta a la cuadra, frente a las colosales pirámides.

  Ya no pretende detener nada. Imágenes y recuerdos, sensaciones de tristeza ante un  tiempo pasado que parece querer revivir. Quiere sustituir el presente, el ahora en que todo parece más plano, menos intenso.

   De sobra sabe, pues lo ha razonado una  vez y muchas otras, que su atención es la única herramienta que le queda.

   Ahora, aletargado por el calor, se deja llevar por los desbocados caballos del recuerdo. Y los mercados dan paso a los pueblos del Extremo Oriente, los colores descerrajados de la India, la tranquilidad de los grandes ríos, la inmensa fuerza del océano rugiendo a sus pies.

   Imágenes. Recuerdos. Viejos y desfallecidos deseos, hoy marchitos y sin posibilidad de hacerse realidad.

   Esta sensación también es conocida, vieja amiga. La dejadez. El nada vale. El da igual.

   Algo diferente, sin embargo. Esta vez la mente contempla con una distancia, que pareciera lejana, incluso el sentimiento de abatimiento. Incluido el dejarse estar en algo con lo que siempre ha peleado.

   El recuerdo de “no debes dejarte ir así”, ese “hay que luchar contra ello”. Viejo miedo que le ha hecho “pata de perro” toda su ya relativamente larga existencia.

   Lentamente la asechanza de tener que combatir se va haciendo menos fuerte. Todavía el juicio de “se puede estar mejor”, hay algo que se puede o se debe hacer …

   Y luego. Luego… nada: estar ahí. El latir del corazón. La respiración de larga exhalación, que saca el calor del cuerpo. Ciertas sensaciones de distintas regiones del organismo. La densidad.

   Mira Mahmud a su viejo enemigo, del que siempre ha huido, al que siempre ha mantenido a raya. Y un largo suspiro hace presentir una tregua. Y los ojos se entrecierran. La atención intenta desvanecerse y es traída de nuevo a este presente nada suntuoso, poco espectacular, sin connotaciones  de victoria.

   Mahmud se queda casi solo.


   Constata lo difícil que es este estar humilde y modesto. Sin gloria.

   Nada permanece, pues todo cambia.


   Y esto también sin duda habrá de cambiar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Como siempre, extraordinaria y sincrónica inspiración.
ShuKran.

"sensaciones de tristeza ante un tiempo pasado que parece querer revivir. Quiere sustituir el presente, el ahora en que todo parece más plano, menos intenso."

No puedo describir mejor mis sentimientos presentes...

"Esta sensación también es conocida, vieja amiga. La dejadez. "

A mi me va mas la pereza zzz ...

"ese “hay que luchar contra ello”. Viejo miedo que le ha hecho “pata de perro” toda su ya relativamente larga existencia."

Siii, es como un perro mordiendo todo el rato, que no me deja en paz, que me hace cerrar las mandíbulas, con rabia.

"Todavía el juicio de “se puede estar mejor”, hay algo que se puede o se debe hacer …"

Desde luego, siempre se puede estar mejor. Nunca es suficiente!!!

" La atención intenta desvanecerse y es traída de nuevo a este presente nada suntuoso, poco espectacular, sin connotaciones de victoria."

Todo es como de un calor pálido, difuso, "nada suntuoso" (delirios de grandeza).

"Mahmud se queda casi solo Constata lo difícil que es este estar humilde y modesto. Sin gloria. Nada permanece, pues todo cambia. Y esto también sin duda habrá de cambiar."

¡Sin duda!
ShuKran!! mon ami!

miguel albiñana dijo...

Gracias!