domingo, 25 de noviembre de 2018

Historia del Centro Eleusis Madrid


Historia de Centro Eleusis

El  Mito de Eleusis


Perséfone se pasea por el prado cubierto de fresca hierba de primavera. Flores por doquier bajo sus pies y ese aroma tan especial que se produce cuando las plantas se doblan bajo la humana pisada.
La doncella parece extasiada ante lo que se presenta a sus sentidos y completamente integrada en el paisaje. Todo rezuma a vida, los colores, los aromas, la brisa y la tierra y cierta humedad que ha quedado de las recientes lluvias.
Su cabello, que se mece suavemente en el aire, parece ser como las hojas de los árboles que la acompañan.
Ella se inclina ante un bello narciso que crece silvestre de entre la hierba y absorbe su fragancia. Y el mundo parece detenerse ahí mismo.
Y en ese instante una fuerza sale de la tierra y que, con forma humana, separa la misma tierra y la arrebata. Perséfone desaparece a la mirada de sus jóvenes y tiernas compañeras, las ninfas. No saben qué ha sucedido, mas la joven hija de  Deméter no ha dejado rastro.
Y es que la vida, tan radiante, se ha ocultado en el mundo de abajo. En lo velado. El más allá. El mundo de los muertos.
……………..

La vida, la realidad que percibimos, parece verdadera a nuestros sentidos. Así está hecha la mente del humano, al menos. De manera que, ante la vida, la muerte parece como algo contrario: es vida contra muerte. Por ello, sin querer o queriendo, aprendemos a amar la una y a huir de la otra, sin darnos cuenta de que son dos caras de la misma moneda.
En la antigua Grecia, muerte y vida formaban parte, probablemente, de un mismo signo. El hecho de que Hades, el dios que reina en el inframundo, arrebate a la diosa a su hija nos señala este acontecimiento. Por mucho que Perséfone sea hija de Zeus y de  Deméter, en el mito se nos marca cómo todos estamos sujetos a una regla que define la vida misma: la in-permanencia.
El mito más adelante nos narra como, tras diversas y emocionantes peripecias, Perséfone regresa un tiempo a la vida, aunque otro tiempo ha de permanecer con Hades  en el reino de abajo, en el de los muertos.
Ello da lugar a la interpretación del mito, que viene a decir que todo muere para regresar después. Así como el grano muere en invierno y renace en primavera. O, según lo veamos, muere en el asfixiante verano para renacer con las lluvias.
De esta manera, aceptamos que nuestra existencia es efímera y que dará lugar a una nueva, como quiera que lo pretendamos entender.
En los mitos de Eleusis se iniciaba a las personas que estaban preparadas para asumir lo que se llamaban misterios. Asumir esas verdades no inteligibles requería un secreto (origen de la palabra misterio). Por ello, los iniciados no hablaban de lo que se les mostraba.


Cualquiera que fueran las pruebas que debían pasar los iniciados en el gran templo de Eleusis, lo que sabían y llegaron a experimentar no parece haber trascendido. Hay quien piensa que la toma de una pócima alucinógena permitía ver a la diosa, a la mismísima Deméter,  que revelaba la verdad de la existencia. Tal vez.
Lo que si que parece claro es que el secreto se rompió rara vez y que los iniciados declaraban haber cambiado su forma de vida y la percepción de la existencia misma tras la experiencia de la iniciación en los templos eleusinos.

………….

La Vía chamánica

Los años que viví en México en los 80 fueron de profunda transformación. Podría decir sin ambages que mi manera de percibirme y de ver lo que me rodeaba cambió radicalmente. Nada que ver con algo “milagroso”. Como casi todo en la vida fue un proceso. La sensación de estar allí y estar preparado para el cambio fue racionalizada más adelante. Pero fue así.
La llegada a mi vida de formas más libres de entender el camino, con menos ataduras y el desarrollo de capacidades que estaban ahí pero no habían sido percibidas por mi, se fueron dando continuadamente en un proceso siempre excitante e intenso.
Cuando el discípulo preparado aparece el maestro.  Puede que lo contrario sea cierto también.
Y ese maestro y durante un bien tiempo (aunque falleciera hace 23 años sigue siéndolo) fue Memo. Una extraña carambola vital lo puso en mi camino y anduvimos un buen tiempo cercanos. Las enseñanzas de Guillermo fueron una experiencia inolvidable, desde todos los ángulos. Con todas sus capacidades, con todas sus locuras, con todas sus excentricidades, Memo me enseñó fundamentalmente una cosa  esencial que es buscar dentro de mi. Creer en mi. Querer en mi.
Las enseñanzas ocuparon niveles diversos de consciencia. Y, mientras aprendía técnicas  y conocimiento en la Universidad,  y movía mi cuerpo con clases de psicomotricidad , fui dejando entrar el misterio y conjuntándolo con el resto de mi ser.
…………….

Porqué Eleusis.

 A mi regreso a Madrid, el mito que había aprendido necesitó ser plasmado en la realidad. Y las fuerzas misteriosas, las fantasías, los sueños, todo ello, exigió de mi una vida distinta desde mi forma de concebirla.
Una cosa es saber y soñar y otra distinta es hacer realidad con ello. Requiere un esfuerzo y la diosa está ahí pero no construye por sí misma. Pasamos de la omnipotencia de la diosa a la potencia del humano.
Así que mi deseo de transmitir lo que había aprendido, unido a la certeza de que Eleusis estaba ahora conmigo, me hizo empezar un proyecto pequeño en la calle Gobernador 29, destinado a terapia y desarrollo humano. En este proyecto se unían en mi todas las enseñanzas recibidas, todos los ideales que me habían enseñado y hasta donde los había aprendido.
Fue  un inicio al principio en solitario. Y no mucho después formé un equipo de personas comprometidas consigo mismas y con su proceso.
De ese primer equipo, y de los posteriores que se han sucedido, he seguido aprendiendo que la experiencia personal es la madre de cualquier aprendizaje.
……………

Centro Eleusis 2018

Las personas que colaboramos en Centro Eleusis somos todos/as el resultado de un profundo trabajo interior.
Siempre me fijé más en las personas que en sus títulos o diplomas, porque sigo pensando que el terapeuta precisa haber traspasado, y hasta transgredido, barreras personales para poder acompañar a los demás en sus procesos. Y eso no suelen darlo los títulos por sí mismos. Incluso hay ocasiones en que la aparente protección que dan puede llegar a frenar la creatividad. Dicho con todo respeto.
Trabajar en equipo es tener una meta común. Es pensar en sí mismo y en función de los otros también. Solamente así hemos podido superar las barreras y las crisis que la misma vida del Centro nos ha planteado. El resultado actual es que somos siete terapeutas enfocados principalmente en la terapia Gestalt y dedicados día a día a orientar a las personas que acuden a Eleusis en pos de ayuda o de orientación.
Y la formación en Eneagrama o en Perfil de Hartman, el movimiento, la terapia emocional, la individual o la de grupo, la misma formación en terapia Gestalt que hacemos con la Escuela Quatro,  y muchas más, son la conclusión personal de cada uno de nosotros y el resultado de una colaboración cada día más eficaz y mas cercana.
Todas estanos conscientes de que necesitamos seguir aprendiendo. De las personas que llegan y de nuevos enfoques para poder ser mejores terapeutas.
También cada uno de nosotros sabemos que el proceso personal y de supervisión no termina nunca mientras estamos aquí. Eso nos ayuda y nos estabiliza.
Y con ya una larga tradición y una historia, hoy estamos contentos y orgullosos de poder celebrar nuestros 30 años en este mundo cambiante.
Ahí sigue estando Memo con su sonrisa, a veces amable, a veces socarrona, a veces encabronada recordándomelo. Para mi, su recuerdo es principalmente amor.
Y aquí está ahora Centro Eleusis en su cumpleaños.
A los que ya se fueron gracias: colaboradores, clientes, orientados, alumnos…
Y a los que estamos ¡enhorabuena!
La vida sigue.

Miguel Albiñana
 Noviembre 2018









sábado, 15 de septiembre de 2018

Dordogne (la vibración)



La vibración (En Dordogne)

   

   El sonido de la moto se va perdiendo a lo lejos, dejando como una estela cada vez menos definida. Poco a poco, van apareciendo nuevos sonidos, como el zumbido de la abeja,  y el del moscardón. Más a lo lejos,  el murmullo que llega de la lejana carretera y puede que las voces humanas más a lo lejos todavía.

   La tarde va cayendo y el sol ilumina los bosques de verdes distintos, que coronan a las pequeñas colinas, en una maravillosa sinfonía alrededor del color de la  vida.

   

   Mi atención se enfoca más ahora al momento cercano, mientras la campana de la Iglesia del pueblito cruza el aire con su tañer.

   El sonido en los oídos se hace más intenso, más íntimo. Me recuerda el que hacen las abejas en el panal. Me trae el recuerdo, pero no es  igual. Es más como quien se va acercando al gemir de la fuente, a la que uno va a beber con prudencia.

   Me retiro más cerca de este sonido, permitiendo que se mezcle con el del exterior, con el fruto que cae mansamente del árbol, con el alegre canto del petirrojo, con el leve silbido del viento.

   Y regreso hacia adentro.

   Vienen las palabras del maestro que me trae aquí susurrándome al oído que permanezca conmigo, en mi sensación, que no la interprete, que no la sesgue, que no la filtre entre la tan grande sabiduría de otros.

   Aparece la visita a la cueva milenaria, que me ha traído el obscuro pasado de mi especie, lleno de misterio, y para mi de sufrimiento, de dolor, de ignorancia. Pero también de intensidad,  de descubrimiento y de contacto con lo natural y con lo sobrenatural.

   Y tantas veces la vida transcurre así. Del pasado oscuro a la claridad, para retrotraerse a la ignorancia y la duda.

   Quien cree que el ahora es la solución de todo a veces no se da cuenta de que solamente la sabia combinación del no tiempo, que no es ni pasado ni presente ni futuro, trae la paz a nuestra atención inquieta y sometida a los vaivenes de la ignorancia .

   El zumbido. Ese que me regresa a mi sin perder pie de lo que me rodea, esa paradoja de la consciencia, esa humilde sensación del ahora.

El valle se tiñe de rosa y el río serpentea a lo lejos, entre castillos y cuevas, entre viñas y bosques, entre pueblos y cielo.


 Ahora a mi mente llega que amo, pues amo este delicioso estar, en esta región que se me antoja amable, acogedora, antigua, sin tiempo: la belle Dordogne.

martes, 21 de agosto de 2018

La Pereza











La  pereza

               “Después de la de conservarse, la primera y más poderosa pasión del hombre es la de no hacer nada”
J. J. Rousseau

    
   Una palabra trae a la mente una imagen. A su vez, la imagen suele asociar a una emoción, la cual incluye recuerdos o  expectativas.
   Un término es también una asociación de otros pensamientos, que conllevan juicios de valor: casi siempre relacionados con lo bueno o malo, o el gusto y disgusto.
   Así por ejemplo, para mi, pereza conlleva un juicio moral de disgusto, que puede ir acompañada de una imagen de mi madre diciendo que no hay que dejarse llevar por ella. Que hay que rechazarla y sustituirla por la virtud de la diligencia. A lo mejor, incluso, que es algo “pecaminoso”. Y de ahí, la idea cristiana de que es “la madre de todos los vicios”…que nos lleva a la perdición.
   Ahora bien, ¿qué entiendo yo ahora mismo, en este presente de mi vida, por “pereza”?
   Sin duda se trata de una falta de ánimo para realizar tareas, que puede tener causas diversas.
   Dejando de lado las que puedan tener su origen en enfermedades físicas o emocionales, esa falta de ánimo, ese dejarse caer, puede que nos lleve a una falta de acción que es en sí el significado más común de la pereza. No hacer aquello que debemos hacer para nuestra conservación o la del entorno.

  
  Causas hay muchas, posiblemente tantas como mentes.Al abandonarse a la sensación de la  pereza, no hay incentivo que nos mueva. Y caemos en la inacción. Dejamos de hacer aquello que podría beneficiarnos. Enlazamos así con el significado latino de pereza que viene siendo una actitud de estar “flojo”.
   Pensemos la de veces que hemos dicho “no lo hago: me da pereza”. Cuando lo que queremos decir, en lo más intimo, es “no me compensa”. “Ven a dar un paseo.” “No. Me da pereza”. Tal vez preferimos decir pereza en lugar de miedo o cualquier otra emoción todavía más criticable.
    Así,  la palabra pereza forma constantemente  parte de nuestro presente, de nuestro futuro.
    La pereza asociada a la no acción,  motivada por deseos más o menos conscientes, es algo que está bastante claro y nítido.

Ahora quiero hablar de otro significado de pereza.

    Imaginemos que tengo que ponerme  a escribir mi  trabajo para la Escuela o mi tesina. Es algo que necesito bastante, pero no es imprescindible. Ahora me pongo a cocinar. Luego a lavar los platos. Más tarde a dar un paseo con mi pareja, algo que parece necesario en esta hermosa tarde de verano. Luego llamo a mi amiga, necesitada de mi ayuda y buenos consejos.    
 Al colgar me doy cuenta de que he prometido a mi novio ayudarle en un escrito que tiene que redactar para la Universidad. Posteriormente pienso que es necesario hacer un poco de meditación…

    Bien. No puede decirse que haya estado perezoso. No he parado en todo el día. Ahora me siento cansado y mañana he de madrugar. ¿Y la tesina? Ayyy…
   Digamos, dede la Gestalt, que he “deflectado” mi prioridad en una serie de acciones que están correctas , pero que son secundarias.
Pero eso no arregla gran cosa.

Ahora hablemos de otro tipo de pereza diferente.

   En ocasiones, el pensamiento de saber que la vida que estoy llevando no es la que quiero y necesito llevar puede aparecer en mi mente. Casi siempre acompañada de una sensación que puede llegar a ser ingrata, ansiosa o crítica.
   La idea de mi mismo, el yo, puede, ante esta imagen, buscar posibles vías de solución. Encauzar lo que podría o no buscar como salidas por soluciones .
   Sin embargo, aun cuando esto es posible que suceda, es tambien posible que alejemos esa idea que supone una desagradable forma de dejar lo que viene siendo “mi zona de confort”.    Como decía alguien: “después de lo que me ha costado estar en el confort, ¡ahora quieres que lo deje”!
   Y ese molesto pensamiento es descartado, para continuar en la rutina que me adormece, pero al menos no me inquieta. Me siento a ver la tele o a tomar una caña con los amigos, o a hacer el amor con mi pareja. O bien me pongo a trabajar como desesperada.

   Con el tiempo, esas inquietudes de niña, de adolescente o de joven, van dando paso a una inercia. Ese despertar podríamos llamar de la consciencia, o del yo auténtico, del espontáneo, del que busca ser, se va marchitando.
   El resultado es diverso. Encontramos a nuestro derredor a personas obsesivas, apáticas
 tristes o melancólicas, agresivas o iracundas, cobardes o vanas…. Puede que la pereza haya dado frutos diversos, formas diferentes de manifestarse. O, simplemente, se haya quedado en una forma consciente inmóvil, apagada, sin vida interior.
   Seguramente no se trata de una pereza de no hacer cosas,  de inactividad. Es una actitud que conlleva un cansancio interior, una especie de depresión interna.
   Sí. En este sentido la pereza es la madre de todos los vicios, incluido el propio, el de la propia pereza.
   La falta de interioridad, la superficialidad al abordar las situaciones, la negación de la propia trascendencia, es la pereza interior. La sustitución de la riqueza del contacto por la simpleza, que no por la simplicidad. Tergiversar el sentido de la vida a través de la falsa vulgaridad, de usar citas pasadas en lugar de emociones presentes. Y cada quien puede hacer una lista de actividades que denotan su pereza interior. Por mi parte incluyo la conversación acerca de asuntos intrascendentes o sobre los que no tengo ninguna posibilidad de cambiar, el uso constante de las redes sociales, el abuso de escuchar noticias, la constante huida de la soledad, la falta de motivación y de sus causas… Seguro que cada lector/a añade muchas más.

   Todo eso está presente en la pereza por así llamarla “espiritual”.

 

Si pudiéramos hablar de un mundo en que la consciencia se asemeja a lo que antiguamente se llamaba “espíritu”, el alejamiento del contacto con el yo profundo nos da la dirección hacia la pereza espiritual. Se trataría entonces de un adormecimiento de esta sensación de viveza, ligada al contacto verdadero con uno mismo y con lo que nos rodea. La rendición a una forma de  vida en que la alegría interior, la sensación amorosa, y muchas de las que habitualmente llamamos virtudes, nos pone de manifiesto el universo dormido de la persona perezosa.
   Para los perezosos espirituales la cuestión es no complicarse demasiado con razonamientos acerca de uno mismo, y estar en una especie de presente en que la consciencia desaparece bajo distintas formas de hacer lo cotidiano.

  



Y bien dijo Agustín de Hipona:

Los hombres están siempre dispuestos a curiosear y averiguar sobre las vidas ajenas, pero les da pereza conocerse a sí mismos y corregir su propia vida.”


martes, 7 de agosto de 2018

Vacar

Vacacionar

Las nubes se agarran a los picos grises, macizos, que se elevan poderosos. Un fino tapizado verde recorre la rugosa piel de las montañas. Al fondo, la música constante de la cascada que se prolonga en el horizonte, interrumpida por el diferente canto de las aves.
El castaño a mi lado es el refugio de varios pajarillos, que juguetean y se persiguen alborotados.
Cerca, ramas entrelazadas de glicinias desbordan sus hojas como melenas de mujeres jóvenes.
Mis pensamientos se van con el cielo gris perlado, que deja traslucir una luz intensa todavía de verano y que insiste en anunciar lluvias próximas. Lluvias bienvenidas por el bosque seco, que esta mañana atravesamos, dejando atrás viejos y centenarios castaños, algunos ya abatidos por la edad. Ver sus enorme troncos derrumbados, abrazados a plantas más jóvenes que parecían recibirlos en su ultimo momento de vida.
Y recordando a Quevedo, miré los muros de mi propia patria, algo desmoronados y tal vez cansados por la edad, en busca de metas menos valerosas.
La naturaleza siempre recordada, refugio frente a mentales desdichas, concretizacion forzada para un yo disperso. Pies que caminan y recuerdan el inmediato ahora. El aire que entra. Y que sale al ritmo necesario según va el esfuerzo requerido.
En el bosque, en el campo, en la montaña solamente cabe ir al ritmo que marca el entorno. No hay más allá. Una distracción es tropiezo, golpe, arañazo, caída.
Un pensamiento es una pérdida del momento, un árbol no visto, una ardilla furtiva que desaparece, una bocanada de aromas que no llegan a percibirse.
Grita el cuervo, se queja la urraca, traquetea el carpintero.
La cascada sigue murmurando mientras las nubes bajan más, encerrando los picos entre sus velos.
Poner el presente en palabras me coloca de nuevo en estado de menos yo. Es una acercamiento a lo meditativo.
Mi respiración se hace más tranquila.
Los fresnos brillan, vivaces, ofreciendo sus ramas a los gorriones juguetones.
Vacacionar puede que se origine en vacar, en vaciar, en hacer espacio.
En estos tiempos el frescor, lo verde, lo húmedo, el silencio y los momentos sin pre-ocupaciones se parecen bastante a la felicidad.

“Qué descansada vida
La del que huye del mundanal ruïdo
Y sigue la escondida senda
Por donde pocos hombres en el mundo han sido”